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"EL LIBERTADOR EN LA CASONA DEL AGRADO".


El 16 de julio, al finalizar la reunión en Tunja, el libertador Simón Bolívar fiel a su estrategia, da una orden secreta en murmullo a su estafeta, para que escuchara el resto, su caballo y montura permanecerían dispuestas, para montar a la media noche rumbo al rió Magdalena, llegar a la costa y continuar hasta Caracas. Manuelita Sáenz, que conocía a Simón Bolívar, en las lides de la guerra, el amor y la confusión, preparó su avanzada, pero por la ruta contraria; llego a Bogotá, bajo a Girardot y salió rumbo al sur por el rió Magdalena.

En la costa norte, donde no llegaría Bolívar, sus enemigos, creyendo, se apresuraron preparandole una revuelta con el coro de "longanizo “que quedo lista sin ensayo, mientras Bolívar, cabalgaba por la ruta contraria, al pacífico hacia Quito, buscando subir el Magdalena. Días más tarde, Simón Bolívar en el sur, con Manuelita y su séquito, desafiaban una tormenta que los recibió en la casona del Agrado. Allí lo alojaron por oídas, como un comerciante Español, que llego de incógnita, con su caballo de cabestro, pasando por el interior de la casona, hasta el establo preparado para la época. Maravillado de la estancia, caminó los pasillos, revisando desconfiado, cada uno de los rincones de ataque y huida, y le ordeno a galapea, que recorriera el túnel fenomenal, que salía de una de las alcobas de la casona, hasta el lago rojo a 300 metros, fuera de la estancia, ese sería el sitio de descanso de la tropa.

Bolívar, se dio un baño tibio, pasó por la alacena del caserón, fue a la cocina, cogió un gorro viejo y una lanza y salió de nuevo impaciente, a darle las vueltas de rigor a la casona, lo hizo, no solo enamorado del sitio sino también, para dejar visto, si tenia que huir, como hacerlo, sin Manuelita y salir vivos.

Mientras tanto, Manuelita, despojada del traje de soldado, recién bañada y en vestido de faldón, preparo los alimentos, dio a probar o los dueños de la casa por sospechas y luego comió ella y el libertador; esa noche fue furtiva. Muy de mañana, desalistaron el viaje y Bolívar que iba de paso, vivió los instantes mas románticos con su libertadora. Tres días después, desde ese mismo sitio, Manuelita, salió vestida de novia y el estafeta comunico a todos, que el comerciante que fue por una noche a la casona, era un Español, que vino a revisar la ruta del rió, y había salido la noche anterior rumbo a Popayán.

Un días después, de la ida de Manuelita y la avanzada, el libertador con pinta de pescador, con pantalones arremangados, descalzo y el estafeta por compañía, bajo por la Yaguilga, llego al paso del Magdalena en el balseadero y espero que desde la casa del sabio Caldas, en la Jagua, una barcaza, alquilada y pagada con retazos de amistad, lo llevara en días y noches de recuerdos, hasta bocas de ceniza. Hoy tras los recuerdos, se despejo la duda, fue el mismo libertador Simón Bolívar, quien llego a la casona de incógnito por una noche y se quedó tres, y en plena guerra, quedó extasiado de la casona, y del amor furtivo de Manuelita. El eco del rumor, lo concretaron siglos después, los mismos comerciantes Españoles, que vinieron a robarse el rió y los recuerdos, pero la casona del libertador, su espíritu libertario y el valor del pueblo, por hacer justicia contra los ladrones Españoles, sigue intacto.


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