top of page

DESPUÉS DE 52 AÑOS" LOS GUADUALES" NO LLORARAN DE OLVIDO.


El Domingo de 1965, en la finca el rubí, entre guaduales y el rio suaza, en Acevedo, al sur del Huila, Jorge Villamil a punta de ruegos, había invitada a Garzón y collazos, para armar una expedición desde la finca de Delio Tovar, hasta la cueva de los guacharos.

Garzón y Collazos, invitados por Villamil, no sopesaban la ida sino la vuelta, la decisión de Villamil, narrando como llego en avión a Neiva, en taxi a Acevedo, en chiva a san Adolfo y en mula donde don Delio, no logro convencer a sus amigos y un día después de la espera, con sancocho, trago, tertulia, cuentos, anécdotas y música de cuerda el médico decidido arrancar, por entre guaduales, y el valle del rio suaza.

El viaje a la cueva, las anécdotas, el río y los guaduales por las riberas durante el camino, mitigaron el guayabo del maestro Villamil, azotado por los grandes ventarrones, en los caminos de herradura . “En ese momento trataba de llover, hacía lluvia y hacía sol, había mucho viento, los guaduales del valle se estremecían y en los caminos se elevaban polvaredas, como remolinos de viento. Entonces yo dije: «Bailan los guaduales» porque de verdad se mecían mucho, pero una viejita que molía café al lado mío en un molino Corona me respondió: «No, doctor, los guaduales no bailan, lloran». Al preguntarle por qué, ella me contestó: «Porque también tienen alma». Y es que los campesinos los veían como si ellos estuvieran vivos o se frotaran, como si hablaran o se amacizaran. En verdad parecía como si todos esos guaduales verdes estuvieran llorando o jugando entre sí y esa apreciación fue definitiva porque cambió totalmente el significado de lo que yo estaba apreciando. En ese momento comencé a silbar y a tararear «Lloran, lloran los guaduales... porque también tienen alma / y los he visto llorando y los he visto llorando / cuando en las tardes los estremece el viento en los valles...»

Al regreso de la cueva de los guacharos, con la constante de los rumores del Suaza, el silbido del poeta y unas letras garrapateadas en una hoja de cuaderno, clavaron la incertidumbre que no terminó en el sitio. Un año después, entre unas carpetas y apuntes empolvados en Bogotá, encontró el pedazo de canción, la leyó recordando y pensando, que faltaba algo.

Tres décadas después, acompañado por el periodista Héctor Mora Pedraza, Villamil ya con la fama de su canción, regreso al paraje donde nació su composición. Allí en la finca El Rubí ,de la vereda Los guaduales, ya no encontró a don Delio, ni la viejita que molía café, ni el horno de barro, como testimonio de la leyenda, encontraron una escuela con el nombre “Jorge Villamil ” compositor de los guaduales.

Hoy también tras los los pasos de Luzdey Artunduaga la alcaldesa de Acevedo, ocho veredas y un hurgo de campesinos que viven de la leyenda de” los guaduales” cambian un puente en madera a punta de desplomarse, por el nuevo que costó 2.300 millones, para resolver un problema enorme de la comunidad y facilitar la llegada de los turistas interesados en conocer el origen de la canción de Villamil.

La región está feliz, y todo en la estancia parece vivirlo, sobre las orillas del rio suaza, adornado por el movimiento del viento sobre los guaduales, terminan las polvaredas que se levantan en los caminos…caminos que azota el viento al paso alegre del campesino…donde se escribió con moldes de música, la vida de la otra Colombia.

Lloran... lloran los guaduales porque también tienen alma. Y los he visto llorando y los he visto llorando cuando en las tardes los estremece el viento, en los valles. Lloran... lloran los guaduales porque también tienen alma. Y los he visto llorando y los he visto llorando cuando en las tardes los estremece el viento en los valles. También los he visto alegres, y entrelazados, mirarse al río; danzar al agreste canto que dan las mirlas y las cigarras. O envueltos en polvaredas que se levantan en los caminos, caminos que azota el viento al paso alegre del campesino. También los he visto alegres, y entrelazados, mirarse al río; danzar al agreste canto que dan las mirlas y las cigarras. O envueltos en polvaredas que se levantan en los caminos, caminos que azota el viento al paso alegre del campesino. Y todos vamos llorando o cantando por la vida: somos como los guaduales a la vera del camino.


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
No hay etiquetas aún.
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page